
D. Arias
Los payasos peligrosos
Actualizado: 23 nov 2021
De repente aparecieron en escena, sin que nadie los advirtiera. Dijeron dos o tres cosas y nadie los tomó en serio. “Al fin de cuentas”, comentó la gente, “solo son unos payasos… no llegarán muy lejos”. Sin embargo, de decir dos o tres cosas graciosas, pasaron a ser seguidos y escuchados por multitudes. La gente empezó a tomarlos en serio, e incluso ellos mismos se tomaron en serio, conscientes del apoyo del que ahora gozaban. Con el tiempo los payasos se volvieron más serios y amenazantes. Para sorpresa de muchos, incluidos ellos mismos, se lanzaron a elecciones y resultaron ganadores. Pasó hace cinco o seis años, pasó hace tres, pasó hace dos, y seguirá pasando todos los años, según los signos de los tiempos. Ya no son más los payasos marginales que dicen cualquier cosa y la gente se ríe. Ahora son gobernantes y presidentes de países. Sin ser cercanos, esos payasos encuentran afinidades. Se hacen “amigos”, o más bien aliados, pues en política, les dicen, no hay amistades sino intereses, y no hay amigos sino aliados. Los payasos ya lo saben (son payasos, no tontos) y sabiendo eso se embarcan en la aventura. Pero al cabo de un tiempo, se dan cuenta de que, aunque embaucar y entretener adultos a veces es tan fácil como engañar y recrear grupos de niños, la aventura no es tan sencilla como parece. Sus ceños fruncidos y bravuconadas no son creíbles (al fin de cuentas siguen siendo payasos), pero sí dan mucho de qué hablar y de comer. El tiempo pasa y el momento de abandonar el cargo se acerca. Entonces los payasos se van marchitando y poniendo tristes, ya que después de todo, la aventura se ha vuelto excitante y adictiva. Las gentes advierten el peligro de haberlos elegido, pero a veces es muy tarde. Desembarazarse de los payasos no es tarea fácil. A veces pasan años antes de recomponer las cosas que los payasos en poco tiempo han deshecho.