Ahora que ha sido elegido para ocupar ese cargo, el hombre tiene en su despacho varias opciones: una de ellas es acercarse a los otros y escucharlos. Otra es hacer oídos sordos a los reclamos y seguir con lo suyo y por los suyos. Hay una tercera vía, que no es nueva pero tendría que explorar, que es transitar un camino intermedio que permita trabajar por los suyos y hacer ciertas cosas por los otros. Podría velar por los intereses de ambas partes sin exclusión de la otra. Ofrecerse a los otros y estar con ellos sin olvidarse de su familia y sus aliados, quienes al fin y al cabo trabajaron duro para ayudar a elegirle. Jefe, interrumpe uno de sus secretarios. Dígame, responde el hombre saliendo de sus pensamientos. Tiene dos llamadas. ¿Al mismo tiempo? Sí señor. ¿De parte de quién? La primera es una mujer. Del territorio de Cotorobó. Dice ser la representante de no sé qué comunidad. ¿Y qué quiere esa mujer? Lo de siempre: solicita reunirse con usted cuanto antes. Ya sabe: quejas, amenazas, y todo el rosario de lamentaciones que ya conoce. Claro, claro… ¿Y la segunda? La segunda es del banco. ¿Qué banco? Banco Avadero. ¿Avadero? Sí, aún no ha explicado bien el motivo de su llamada, pero ha mencionado unos créditos y una propuesta que tiene para hacerle. Unos créditos… Así es. ¿No dijo quién era? Dice ser un alto cargo, pero no quiso identificarse. Entonces, en ese caso, páseme la del banco. Con mucho gusto, jefe. ¿Qué hago con la otra? La otra puede esperar.
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